domingo, 2 de septiembre de 2012

LA FELICIDAD.

El concepto de la felicidad es relativo, y por lo tanto, varía de acuerdo a cada persona, así como varían los gustos y preferencias. Por lo tanto, lo que es agradable para un individuo, no siempre lo es para otro.

Hay personas que disfrutan practicando o viendo su deporte favorito, otras, haciendo ostentación de sus bienes materiales, para otras, la felicidad consiste en viajar y conocer diferentes culturas,  hay quienes la encuentran sintiéndose poderosos. Pero lo cierto es que nadie, absolutamente nadie, es completamente feliz durante todo el tiempo.

No puede ser feliz aquel que actúa mal y, deliberadamente, causa daño a otros para conseguir lo que desea, aquel que afirma que el fin justifica los medios, sin importarle cuáles sean los medios que lo conducen al fin que busca.

La felicidad debe estar basada en la paz que nos da tener la conciencia tranquila y que al final de la jornada diaria, poder poner nuestra cabeza sobre la almohada y conciliar el sueño sin que ésta nos acuse. La conciencia es, al fin de cuentas, nuestro juez más severo e implacable.

La felicidad es un estado de ánimo que supone una satisfacción y nadie puede estar satisfecho por causar dolor, nadie puede ser feliz, si se siente odiado, nadie puede ser feliz, si su conciencia está sucia.

Quien está feliz, se siente satisfecho, complacido y alegre. Aunque obviamente, este concepto es relativo, pues no existe un termómetro que mida la felicidad como se mide la temperatura.

Se experimenta una sensación de bienestar y, hasta cierto punto, de felicidad cuando se alcanza un objetivo, cuando se recupera la salud perdida o cuando se reencuentra con un ser querido.

Generalmente, las personas que se sienten realizadas y llevan una vida tranquila, son serenas y estables, por consiguiente, relativamente felices, en tanto que aquellas que llevan una vida cargada de estrés y responsabilidades, son más nerviosas y tienden a excitarse más y cuando no logran sus objetivos sufren una frustración tan grande, que les roba la felicidad.

Es más frecuente ver una sonrisa espontánea en un campesino, que en un poderoso magnate, a pesar de que el primero no tiene las riquezas del segundo.

Es obvio que el dinero puede dar seguridad y que no proporciona la felicidad total, pero ayuda. No obstante, cuando el amor por el dinero se convierte en una gran obsesión, éstá convierte al amante de las riquezas en su esclavo, es por eso que el avaro jamás podrá ser feliz.




José M. Burgos S.


1 comentario:

  1. siempre , e contestado ,ala famosa pregunta ,.¿te gustaría ser rico? puesto que no lo e conocido, prefiero quedarme como estoy,y aceptar lo que tengo ,físico , mental,.y por ultimo menos importante , materialmente,...

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