Las naciones son gobernadas
por políticos que tienen sus intereses personales, como todo el mundo, pero
con la habilidad de mostrarse como líderes con capacidad de
convencer a las personas de que vivirán mejor si votan por ellos y que por lo
tanto, serán más felices porque podrán satisfacer sus necesidades y hasta les
prometen que lucharán contra quienes sienten odio -los ricos, los poderosos, los
inmigrantes, las etnias, los gobernantes anteriores que los defraudaron,
etc.-.
La diferencia que existe entre
un político carismático y un mago es muy poca.
Quizás radica en que el público sabe que el ilusionista se vale de
trucos, aunque no pueda descubrirlos, en tanto que el político también se
vale de trucos, pero el público no los descubre sino hasta mucho tiempo
después porque piensan que sus promesas son reales y bien
intencionadas.
Los políticos necesitan mucho más
dinero que el mago para continuar atendiendo sus intereses personales y el
presupuesto suele ser proporcional al tamaño de la ilusión que pretenden
sostener.
Dicho dinero tiene que salir del
bolsillo de los mismos ciudadanos que votaron por él, y lo más irónico,también
de quienes no lo hicieron.
Llega el momento en el que la carga
tributaria se convierte en cáncer devorador porque los servicios que el estado
dice ofrecer a cambio de esos impuestos, obviamente que no son buenos porque la
mayor parte de la recaudación se gasta en los salarios de todas las personas que
de una u otra forma ''colaboran'' para la continuidad de esos gobernantes
(jueces, policías, militares, asesores y burócratas).
José M. Burgos S.