El estrés es un estado de ánimo propio de la
época actual que ocurre a los seres humanos, especialmente en las grandes
metrópolis del planeta. Dicho estado es la ausencia de paz y tranquilidad debido
a las exigencias que el mundo moderno nos impone para subsistir.
La vida cotidiana nos impone una serie de
responsabilidades que requieren de disciplina y adaptación constante a los
continuos cambios.
Pero cuando estas demandas sobrepasan la
capacidad para poder afrontarlas, las consecuencias afectan la calidad de
vida.
Ante situaciones agobiantes de cualquier tipo,
el organismo humano, aunque tiene sus defensas, se afecta, ya que el estrés
incrementa la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la liberación de
diferentes sustancias estimulantes, como la adrenalina.
Cuando estos cambios no son agudos, resultan
beneficiosos en caso de una emergencia, pero si lo son, se convierten en
amenazas que incrementan los riesgos de diabetes, infartos, manifestaciones
depresivas, angustia, e inclusive la muerte.
En las grandes metrópolis modernas, los desafíos
a los que tienen que enfrentarse los ciudadanos suelen ser en exceso agobiantes
y ponen en riesgo la salud.
Todos los días el intenso tráfico, los
accidentes, el ruido, los problemas laborales y también domésticos constituyen
un alto grado de estrés que a veces, no se logra controlar.
Entre los síntomas típicos del estrés, están:
las jaquecas, el sudor en las manos, el dolor de espalda, el cansancio, el
aislamiento, la depresión, el insomnio, la gastritis, las úlceras, entre
otros.
El estrés también está presente en las personas
de edad avanzada, debido a las limitaciones, la soledad, los casos de depresión
y ansiedad se incrementan, lo cual puede ser definido como estrés.
Es curioso, pero en los países con economías
fuertes, en los que las necesidades básicas están cubiertas, las personas sufren
más de altos niveles de estrés que en otros menos desarrollados.
La vida en un pueblo es mucho menos estresante
que en una gran ciudad porque en ellos se vive con más tranquilidad y menos
prisa.
Pero es posible minimizar un poco este problema
haciendo ejercicios físicos y respiratorios, saliendo quince minutos antes de lo
acostumbrado al trabajo, oír música suave y relajante cuando manejamos hacia el
hogar para amortiguar un poco el estrés que producen los trancones de tráfico y
sonreír en vez de arrugar el rostro.
José M. Burgos S.
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