La abundancia no siempre es buena, pues
hay cosas malas que abundan y causan daño.
Es buena la abundancia de
agua potable (que no deberíamos desperdiciar), de alimentos, de aire puro, de
amor, amistad, sinceridad y toda cualidad que beneficie al alma y al
cuerpo.
Sin embargo, cuando abunda
la cantidad de trabajadores que hacen el mismo trabajo que nosotros, estamos en
problemas.
Pero los problemas no sólo
vienen con la abundancia de males o competencia, a veces, la riqueza también
genera contratiempos y preocupaciones.
Durante la primera mitad del
siglo 19, surgió la llamada ''fiebre del oro'' y todo el que podía, viajaba al
oeste de Estados Unidos en busca de fortuna, aunque para algunos, ésta les fue
esquiva.
El respaldo de los billetes
de banco, se implementó en el siglo 19 con el oro y la confiabilidad que inspiró
a los agentes económicos, permitió una gran prosperidad.
Pero en 1849, cundió el
pánico porque los mineros lograron extraer de las minas en el Estado de
California tanto oro como el que se había obtenido en el mundo entero durante
los diez años previos.
Después, pasados unos pocos
años, encontraron en Australia pedazos de hasta quinientos kilogramos a
pocos metros bajo tierra.
El pánico ocurrió, porque
muchas personas, ante la abundancia del precioso metal, hacían que éste
perdiera su valor y que el dinero también lo perdiera por la sencilla razón de
que estaba respaldado por el oro.
Si el dinero que es el que
mueve la economía pierde su valor, nadie lo acepta, se frenan las transacciones,
se detiene la producción porque las ventas se desploman y todos se empobrecen
rápidamente.
Por fortuna, la abundancia
de oro no pasó de ser un susto pasajero y todo volvió a la
normalidad.
Los buenos economistas, aconsejan no echar todos los huevos en la misma cesta.
José M. Burgos S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario