La pérdida de un ser querido, es
quizás el dolor más grande que puede sufrir un ser humano, aunque hay personas
tan duras que casi no le prestan importancia.
Pero dentro del contexto normal, la
verdad es que las personas reaccionan de diferentes maneras. Unos se atormentan,
lloran, se asustan, se sienten confundidos y hasta se enojan con Dios. Otros,
aunque con profunda pena, toman esta experiencia con resignación porque aceptan
los designios del Todopoderoso, si son creyentes, o de la naturaleza, si no lo
son.
Después de la pérdida, a muchas
personas les es difícil trabajar, estudiar, comer y conciliar el sueño. Otras,
pierden el interés por actividades que antes disfrutaban. Algunos se entregan a
la bebida y otros, pierden la ilusión de vivir y optan por el
suicidio.
El duelo causado por la pérdida
de un ser querido, genera reacciones emocionales, espirituales y
físicas. Estas reacciones pueden incluir: profunda tristeza, desilusión,
mal humor, rabia y desesperación.
Hay quienes
reaccionan cuestionando sus creencias religiosas y no logran
encontrar nada que justifique su dolor.
A veces, el proceso de recuperación
puede ser lento y las heridas cicatrizan, pero quedan sus huellas
imborrables.
Después de la pérdida, muchas
personas intentan consolarnos en vano, pues no hay palabras que mitiguen el
dolor.
José M. Burgos S.
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