Obama en el funeral de Mandela

Cuando Obama le da la mano a Raúl Castro, no es Obama el hombre quien lo hace, es Obama el presidente de los Estados Unidos, ya sea cumpliendo un protocolo o presionado por intereses políticos.

Cuando el presidente de los Estados Unidos saluda en público al “representante” del país símbolo inequívoco de represión y desventuras del pueblo cubano, enemigo de la democracia y de los Estados Unidos, no puede haber casualidad en ese gesto. El saludo tiene que haber sido del conocimiento del servicio secreto, los que responden por la seguridad del presidente Obama, estudiado y recomendado por asesores, facilitado por los que organizaron el funeral de Mandela y deciden después de estudios, las posiciones que ocuparán las personalidades presentes.

Para los que estamos en las gradas hay muchas cosas que están ocultas y no conocemos y con seguridad nunca conoceremos, pero la casualidad, en estos casos, no existe.

Tampoco el problema es que Obama saludara a Raúl Castro por cortesía o intereses, casos similares hay muchos en la historia, el problema es que lo hizo con una expresión que parecía disfrutar la ocasión y si estaba fingiendo, lo hizo muy bien.

Sobre los funerales y el “desliz” del presidente con el iPhone, es común en todos los funerales después del saludo inicial a familiares y amigos y la necesaria exposición de sentimientos hacia el fallecido, que venga la fase de relajamiento y conversación entre viejos conocidos y amigos, presentaciones de amigos de los amigos, charlas de negocio y política, donde el difunto pasa a ocupar un segundo plano.

Lo diferente es que este funeral es de una reconocida personalidad mundial como Nelson Mandela, donde están los reporteros atentos a los descuidos de las personalidades presentes. Obama parece que olvidó todo esto, y parece que olvidó también que tenía a la primera dama a su lado, la cual, seguramente, le dio sus regaños en la alcoba.

José M. Izquierdo