El deseo insaciable y exagerado de poseer riquezas que tienen muchas personas, va más allá de lo ético y es moralmente inaceptable.
Hay individuos que tienen muchísimo más de lo necesario para vivir durante toda su vida en la opulencia. Y, sin embargo, desean acumular riquezas única y exclusivamente con el fin de atesorarlas como si fueran a vivir eternamente.
Hay una clara diferencia entre la avaricia y la sana ambición, ya que esta última no siempre implica la insaciable sed de riquezas materiales, sino que puede ser la aspiración a alcanzar una meta noble a base de esfuerzo y sacrificio.
Un atleta nunca podría lograr un campeonato mundial si no tuviera la ambición que le da las fuerzas para someterse a una estricta disciplina para lograr su meta. Un estudiante carente de ambiciones sería incapaz de adquirir un título de abogado, médico, ingeniero, arquitecto e incluso, en ocasiones, de llegar a ser un brillante científico.
En cambio, la avaricia aparece muchas veces ligada a delitos como la estafa, el soborno y hasta el crimen.
El objetivo del avaro es la acumulación de riquezas sin importar los medios para lograr sus propósitos, aunque tenga que violar la ley y aniquilar a quien se atreviese en su camino.
Una noble ambición puede conducir al triunfo y al éxito, la avaricia, a la ruina, la cárcel o la muerte.
José M. Burgos S.
Acertadísimo el trabajo de Burgos. Excelente.
ResponderEliminarVíctor Ml. Caamaño
Blog: La Era Manipulada
Muchísimas gracias, Víctor, tu opinión es muy valiosa.
ResponderEliminarUn abrazo,
José M.