La igualdad no existe ni
podrá existir entre los seres humanos, por el simple hecho de que todos somos
diferentes.
La igualdad implica el trato
idéntico por parte de un estado, una empresa, un organismo, una asociación, un
grupo o individuo, otorgar a los demás, las mismas oportunidades, sin que
exista algún tipo de reparo por cuestiones de posición social,
nacionalidad, raza, religión o forma de pensar, mientras ésta no vaya en
perjuicio de otra.
Según la ley, las personas
tienen las mismas oportunidades o derechos, pero desafortunadamente, esta norma
no se cumple porque siempre existirá el trato discriminatorio.
No se juzga con la misma
severidad a un hispano que dispara en defensa propia contra un estadounidense
blanco, rico e influyente que si éste dispara contra el hispano, aunque no sea
en defensa propia.
En cuando a la esclavitud,
ésta era una situación en la cual una persona era propiedad de otra.
Afortunadamente, dejó de existir de acuerdo a la ley, pero en realidad, aún
existe de manera más velada, debido a la explotación que aún imponen los
poderosos en contra de los débiles. Más concretamente, aquellos que someten a
otros que tienen que aceptar formas de trabajo totalmente injustas, porque no
tienen más alternativa, ya que de lo contrario, sus seres queridos tendrían que
vivir en la más absoluta miseria.
Muchas personas trabajan en
fábricas clandestinas, superando jornadas de 15 horas diarias, los siete días de
la semana, con salarios muy bajos y sin ningún tipo de cobertura social. Son
seres humanos que han huido de la pobreza existente en sus países y que son
sometidos por individuos perversos.
Existen además, otros tipos
de esclavitud, como la infame explotación sexual de mujeres y
niñas.
El látigo físico
desapareció, el látigo es el hambre.
Pero la esclavitud no sólo
está presente en el campo de la explotación, el hombre moderno está sometido a
nuevas formas, que muchas veces no advertimos, a cadenas invisibles como
nuestros propios bienes, como por ejemplo, el teléfono celular, la computadora y
muchos otros artefactos de los que no podemos liberarnos fácilmente, pues nos
hemos convertido en sus esclavos.
José M. Burgos S.
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