Recuerdo como si fuera hoy cuando allá en mi Habana querida hicimos cola para ver El último cuplé y La Violetera, dos películas protagonizadas por Sara Montiel. Fue tal el impacto de esas películas, que aquella juventud habanera empezó a maquillarse los ojos como Sarita –como la llamábamos cariñosamente en Cuba–, usando aquella raya blanca que bordeaba sus pestañas y los labios pintados de un tenue y brilloso color rosado. En ese tiempo la firma francesa de cosméticos Lancome lanzó al mercado creyones de labios de brillosos y preciosos tonos de rosado. Yo pienso que tal vez el impacto de la belleza de Sara, cuyas películas se exhibían en el mundo entero, tuvieron que ver con ese detalle.
A las cubanas nos encantó Sarita Montiel. Los radios no se cansaban de tocar las canciones que ella hizo famosas como Nena, El Relicario, Fumando espero, El polichinela, etc.
Cuando Gaspar Pumarejo la presentó en el teatro Blanquita de La Habana, no se cabía en el local. Sara fue más que encantadora con el público, complaciendo pedidos de canciones a todos. Recuerdo que estaba bellísima, con un vestido de seda negro, estilo imperio, de escote generoso. Sara Montiel fue una artista genuina que nunca le tuvo miedo al qué dirán.
Me entristece decirle adiós a esta maravillosa artista que fue una de las divas preferidas de mi juventud en aquella bellísima y bullanguera Habana, todavía libre de la bota del castrismo. En paz descanse Sara Montiel, que marcó una época preciosa en el cine español.
Martha Pardiño
aunque no me gustaban sus película ni como cantaba era una gran artista en esa epoca
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