Acabó,
con el discurso de su candidato, el jueves, la Convención Republicana.
Un día antes su compañero de fórmula pronunció lo que la mayoría de los
medios de comunicación han titulado el discurso más mentiroso de la
historia del país. Fue tan lejos Paul Ryan que acusó al presidente Obama
de haber ordenado el cierre de una planta de GM en su
estado natal de Wisconsin, cuando la planta fue cerrada durante el
gobierno del anterior presidente. Después dijo que es un deber de las
sociedades encargarse de la protección de quienes ya no pueden cuidarse.
Él, que quiere convertir el Medicare en un sistema de vouchers. Yo diría que además de mentiroso, ese discurso fue de un cinismo absoluto.
Pero
es que esa noche, la del miércoles, fue la noche del cinismo. O cómo
podemos llamarle a un evento en el que la anterior secretaria de Estado,
la de la guerra por encima de la ONU pagada con dinero prestado a
China, la que mantuvo una confrontación constante con la mayoría de los
aliados históricos, la del gobierno que se alió con el dictador Gadafi
(quien decía adorarla), la que compraba zapatos en Manhattan mientras
Nueva Orleans se hundía con el huracán Katrina, Condolezza Rice,
tuviera el descaro de proclamar que Estados Unidos tenía que recuperar
su liderazgo mundial. Del hueco en que lo dejaron ella y el gobierno que
representó, el gobierno del presidente Obama, y la secretaria Clinton,
lo sacaron.
Pero
el cinismo continuó el jueves. En gran parte de los discursos de esa
noche varios de los invitados dedicaron bellas palabras a los padres
provenientes de otros países y en general a todos los inmigrantes,
porque esta, repitieron, es una nación de inmigrantes. ¿A qué suenan
esas palabras dichas en la convención del partido que hundió el Dream
Act y proclamó las atroces leyes de Alabama y de Arizona? También
dijeron, algunos, que sus padres, héroes que llegaron huyendo de
revoluciones y dictaduras (aunque sea mentira) merecían todo el respeto y
el aplauso por
haber forjado un mejor futuro para sus hijos. Y después preguntan por
el certificado de nacimiento del presidente Obama…
El
presidente Obama nació en suelo estadounidense. La acusación es falsa.
Pero, al interrogarlo tanto, ¿están diciendo que ellos son más
excepcionales que sus propios padres, que no nacieron en suelo
estadounidense?
Después
del bodrio infantil de Clint Eastwood hablándole y mandando a callar a
un presidente imaginario, cuestión esta que resumió toda la convención,
ya que hablaron todo el tiempo de un gobierno actual imaginario, y de un
comportamiento humilde, activo y participativo imaginario de ellos
durante este gobierno, Mitt Romney, en uno de los momentos ‘cumbre’ de
su aburrido discurso, dijo que siempre que el mundo había necesitado
de una gran tarea, allí hubo un estadounidense para hacerla. No sé por
qué, a mí me vino a la mente Wiston Churchill.
Quizá
fue anticipándome a que alguien así necesitará el mundo después de
Romney, tomando en cuenta el final del discurso, si éste llega a ser
presidente. Porque, sin decir la palabra, habló de más guerras. No solo
con Irán, pues si para él la presión diplomática y las duras sanciones
que ha impuesto el presidente Obama no sirven, ¿cuál es la opción que
queda? Pero no contento, de repente, retrocediendo en el tiempo para
revivir un fantasma de hace más de veinte años, esgrimió una posible
confrontación con el gobierno de Rusia.
Pensándolo
bien, la última vez cuando el mundo necesitó de una gran tarea, sí hubo
un estadounidense que la
realizara: Barack Obama. Fue él quien salvó a este país de la caída más
exorbitante, cuando se perdían 750,000 empleos al mes; el pacto de la
OTAN estaba roto en trocitos; la cúpula de Al Qaida, incluido su máximo
líder Osama Bin Laden, y a pesar de dos sangrientas y costosas guerras,
andaba suelta planeando atentados y matando; el Golfo de México se
desangraba en petróleo; el costo del barril de petróleo había aumentado
más de un 200%; 60 millones de estadounidenses, incluidos niños
enfermos, no tenían cobertura de salud; el gobierno sacaba billones del
bolsillo de los contribuyentes para rescatar a los bancos; después de
recibir el país en superávit el anterior gobierno lo entregaba con el
peor déficit de su historia; y la China comunista del gobierno represivo
y la economía capitalista, emergía como la nueva gran potencia del
mundo.
Pero
ellos prefieren al imaginario que mandar a callar a Harry el Sucio.
Como también llaman imaginario al cambio climático. Y claman porque
regresen las prácticas del segundo Bush, como si todo el desastre que a
tantos quebró, dejó sin trabajo, sin retiro y sin casa, también fuese
fruto de la imaginación de un histrión.
Elsa I. Pardo
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