Aunque este es un fenómeno que siempre ha existido, la desproporción en la distribución de la riqueza, siempre ha sido, es, y será injusta.
Es injusto, por ejemplo, que un ingeniero que ha tenido que estudiar y muchas veces, a base de grandes sacrificios, logra obtener un titulo y con éste, un empleo que en ocasiones, no llega ni siquiera a cien mil dólares anuales, mientras un futbolista que ni siquiera ha terminado su escuela primaria y mucho menos pasado las puertas de una universidad, tenga ingresos multimillonarios.
No es malo ser rico, ni bueno ayudar al haragán, lo justo es que los ricos no desamparen a los menos favorecidos por la fortuna que sí quieren trabajar, fomentando la pequeña industria a través de escuelas vocacionales donde se puedan capacitar estudiando carreras técnicas y, de esta forma, en el futuro, poder iniciar sus pequeñas empresas para así poder salir de la miseria convirtiéndose, además, en personas productivas.
Los ricos y poderosos que no les importa el dolor de sus semejantes a quienes miran con desdén e indiferencia y solo piensan en acumular más y más, cuando les llegue la hora final, de nada les servirá ni el poder ni la riqueza y ni siquiera tendrán la satisfacción de haberle tendido la mano al más necesitado.
El gran poeta español, Don Ramón de Campoamor, dejó una frase escrita digna de ser tomada en cuenta que dice: "Si quieres llegar al cielo, debes de subir bajando, hasta llegar al que sufre, y darle al pobre la mano".
Si todos aportáramos un poco de acuerdo a nuestras posibilidades, en aras de un mundo donde hubiera menos sufrimiento, nuestro paso por la vida estaría justificado, de lo contrario, seríamos como flores marchitas que se lleva el viento, sólo dignas del olvido.
Esto es algo que los políticos que llegan a elevadas posiciones deberían meditar y pasar a la historia por sus buenas obras, en lugar de ser recordados como personajes siniestros, mentirosos y corruptos.
José M. Burgos S.
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