viernes, 25 de febrero de 2011

AYER, HOY Y MAÑANA


Todo cambia porque siempre estamos en continuo movimiento, si no existiera el movimiento, no existiría el tiempo, y si no existiera el tiempo, viviríamos en un mundo sin pasado, presente ni futuro, o dicho de otra forma, no existiríamos.

El tiempo pasa tan deprisa, que prácticamente el presente no existe, es tan veloz el paso del tiempo, que lo que pensamos hace un instante, ya pasó a ser parte del pasado. Si se le pregunta a alguien que qué es el presente, de seguro contestará que es este mismo instante. Sin embargo, cuando acaba de hablar, esa frase ya pasó a ser parte del pasado.

Por eso, es inútil añorar las cosas del pasado que jamás volverán, ya que lo que fue no será.

San Agustín decía que si el presente no se convirtiera en pasado, no existiría el tiempo, sería la eternidad.

Los seres humanos vivimos esclavos del pasado y el futuro, olvidándonos de lo más importante: el devenir o futuro inmediato.

¿De qué nos sirve pensar y hablar de glorias presentes y pasadas? ¿De qué nos vale presumir de lo que tuvimos, tenemos y sabemos, si ignoramos el futuro que el destino nos depara?

Pensamos por un instante cómo sería el mundo sin ningún tipo de vida, ¿qué sería el tiempo? Un presente sin pasado ni futuro. Por lo tanto, el tiempo existe porque todo está sujeto a un perenne cambio.

El mundo, como los seres vivos, estamos en constante movimiento, siendo de tal modo, entes mutables. Los humanos, por ejemplo, desde el mismo instante de la concepción, estamos sometidos constantemente a cambios hasta el último instante de la vida. ¿No es acaso un proceso de constantes cambios, el nacimiento, la niñez, la adolescencia, la edad adulta, la vejez y la muerte?

El universo siempre está cambiando, aún desde mucho antes de que el hombre existiera.

Entonces, ¿para qué vivir aferrados a un pasado inexistente? ¿para qué preocuparnos obsesivamente por lo que sucederá dentro de cinco, diez, o veinte años si ignoramos lo que en ese lapso pasará? Aunque claro, debemos estar alerta y prepararnos.

El mundo seguirá cambiando y, naturalmente, debemos adaptarnos a esos cambios. Por lo tanto, es obvio que pensamos en el futuro, si no fuera así, no existiría el progreso, no compraríamos una casa, no enviaríamos a nuestros hijos a estudiar. Eso está bien, por supuesto, pero lo que no está bien es vivir obsesionados por lo que sucederá en el futuro, olvidándonos del día en que vivimos.

Creemos ser libres, pero el tiempo es un tirano implacable, nos esclaviza: vivimos pendientes de un reloj para cumplir con horarios e itinerarios: hora de dormir, hora de desayunar, hora de ir al trabajo, hora de almorzar, hora de regresar a casa, hora de cenar y al otro día, continúa la misma rutina.

Los poderosos son aún más esclavos de este tirano llamado tiempo, pues día a día sus agendas siempre están repletas de ineludibles compromisos que los asfixia. A veces quisieran escapar, pero es que además, tienen otro amo, sus riquezas.

El tiempo va pasando y nos va deteriorando poco a poco física y mentalmente hasta que llegamos a nuestra última meta en este mundo, la muerte.

Reflexionemos, ¿vale la pena devanarnos los sesos pensando en lo tuvimos o en lo que tenemos para impresionar a los demás, si al final de cuentas, no somos más que juguetes del destino?

Vivamos hoy, porque el ayer no existe y el futuro es incierto.


José M. Burgos S.

2 comentarios:

  1. Quizá el tiempo no exista. Quizá no existamos. Quizá en el universo haya un solo pensamiento. Este pensamiento que tienes ahora mismo. Quizá ese pensamiento tenga una sensación de transcurso en el tiempo, pero no implica que el tiempo transcurra. Gracias a esa sensación soportamos vivir en el mismo presente siempre, de lo contrario sería un infierno del que no podrías huir.

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